Hace un año ya desde mi viaje a Nicaragua, lo que fue una elección barata para viajar a Centroamérica se acabo destapando como un imborrable viaje gracias a este hermoso país.
Mi deseo era ir a Centroamérica bajo el concepto bueno bonito y barato, sumado a que se tratará de un destino relativamente cercano a El Salvador, para que mi compañera de viaje, residente en ese país se pudiera reunir con relativa facilidad conmigo. Al final, descartando El Salvador y Guatemala, países que ya conocía, las opciones más plausibles parecían ser Honduras y Nicaragua, entonces fue cuando Delta, la compañía con la que acabe volando, decantaría mi decisión al encontrar un vuelo extraordinariamente barato, para lo que era el estándar a aquellas latitudes. A partir de ahí y de mutuo acuerdo con mi compañera de viaje confeccionamos nuestro itinerario por el país.
León, la segunda capital de Nicaragua fue nuestro punto de reunión. Ahí me dirigí después de tomar tierra en Mangua y pasar noche allí en el confortable Managua Hills Bed and Breakfast, donde fueron muy amables y cercanos, algo muy habitual de todos los “nicas”. El hotel está situado en una zona tranquila rodeada de embajadas internacionales.
Una vez en León pude comprobar porque todos se referían a esta ciudad con el adjetivo caliente. Se encuentra a unos 75 km de Managua cerca de la costa pacífica y realmente es muy caliente… ¡Dios, que calor que pasé! Allí nos alojamos en la Posada Doña Blanca un sencillo hotel con habitaciones alrededor de un patio central, hotel bien ubicado desde el que se podía ir caminando a todos los lugares de interés de la ciudad. En su momento nos recomendaron que omitiéramos de nuestro itinerario la ciudad de León, pero que sin duda aunque esta descuidada considero que es de visita imprescindible por la peculiar visión que ofrece de la típica ciudad colonial española, ya que conserva el trazado tradicional de las calles formando cuadras (manzanas), con sus viejas casas coloniales gastadas, sus numerosas iglesias erosionadas por el trajín diario de esta bulliciosa ciudad y en algunos casos por los vestigios de la guerra civil que sufrió el país años atrás. Esta ciudad respira por todas sus esquinas su indudable pasado revolucionario ligado al FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional). Además, León es también la ciudad natal de Rubén Darío, probablemente la personalidad más internacional del país, como atestigua el humilde, y realmente irrelevante tal y como está montado, museo que en honor a su figura se encuentra en la que fue su casa.
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Panorámica de un mural pintado con motivos alegóricos sobre la Historia de Nicaragua |
De León nos dirigimos a Granada, la tercera ciudad del país situada a unos 30 km de la capital. Naturalmente hablo de la Granada nicaragüense que se encuentra bañada por el inmenso y precioso lago Nicaragua. Granada parece ser la antítesis de León en todos sus aspectos, de manera que si León es preeminentemente de izquierdas, Granada es de derechas, incluso el clima, gracias al lago, es mucho más templado. Es además cuna de muchos presidentes del país, entre ellos Violeta Chamorro, a la que menciono con la esperanza de que a alguno le resulte familiar.
En las cercanías de Granada se encuentra Masaya, población que también visitamos y que es conocida por su artesanía y por su mirador. Una vista impresionante del cráter de un volcán extinto convertido en lago. Que podía ser sino hablando del país de los lagos. En esta visita nos acompaño Fanny, una amiga nicaragüense que conocimos hace algunos años en España.
Después de unos días en Granada, que se hicieron muy cortos, pusimos rumbo a las islas del Maíz o Corn Island que están situadas en el Mar Caribe, y a las que se accede bien por avión desde Managua, como hicimos nosotros, bien por tierra, transporte fluvial y después tomando un barco desde la costa (Bluefields). Entenderéis, siendo así, porque escogimos la primera opción aunque más cara, ¿no? Las islas son dos, Big Corn Island y Little Corn Island. La primera es la que cuenta con el aeródromo, una carretera que circunda la isla a modo del más sencillo Scalextric, una sucursal bancaria y hoteles e iglesias a cada paso. La población es mayoritariamente de raza negra y de habla inglesa, aunque se entienden bien con uno. No en vano fue una zona de ocupación británica durante el dominio colonial español de Centroamérica y gran parte del Caribe. Y no sé si será por su pasado británico pero me quedo con los nicaragüenses del continente, los nativos de estas islas son, en línea general, bastante secos. En nuestra estancia tuvimos mala suerte, ya que no pudimos encontrar un hotel en condiciones debido a que en un islote cercano grababan un reality televisivo de supervivencia, y el equipo de producción copaba los mejores hoteles. Aún así sobrellevamos el inconveniente y nos dedicamos a conocer la isla, disfrutar de su mejor playa, la típica playa caribeña de aguas turquesas y fina arena blanca, mientras tratábamos de no abrumarnos por el relax.
De ahí fuimos en panga, una especie de patera con motor fuera borda, a Little Corn Island. Sí el viaje en avioneta a la isla Big desde el continente no me acojonó lo bastante esto lo acabaría de hacer. El que llevaba el timón, arengado por otros locales y otros extranjeros que trabajan en negocios de buceo locales, se dedicaba a buscar las mejores olas que encontraba en el estrecho que forman las dos islas… Y ahí íbamos dando botes en el bote. Ahora lo cuento y me parece una aventurilla más, pero iba bastante acojonado… Tanto que en el viaje de vuelta no desprecie el chaleco salvavidas como hice a la ida.
Little Corn Island es una isla casi en estado salvaje, pequeñita, con un mar increíble y una naturaleza exuberante. No tiene carreteras ni nada que se le parezca, sólo caminos o senderos a través del bosque, selva, jungla o como se llame a los bosques tropicales. Al poco de llegar al muelle apareció Derek, un norteamericano con pinta de Robinson Crusoe. Cargo nuestras cosas en un bote amarrado en la playa y vadeamos la costa con un hermoso atardecer a la vista, que se convirtió en una inmensa luna llena al llegar al otro lado de la isla, donde se encontraba el Derek’s Place, nuestro alojamiento de ensueño. Parecía que estuviera hecho adrede, pero fue fantástico ese trayecto y el desembarco en una estrechita playa que antecedía a un terreno salpicado de palmeras con un suelo verde que era la base sobre el que se levantaban las cabañas hechas a mano al estilo nativo que nos darían cobijo.
Por lo que meter el pie allí, así a pelo con esa naturaleza tan latente, como que da canguelo y un poco de aprensión. Ósea que además de sandalias y zapatillas de deporte es conveniente un tipo de calzado cerrado para el agua y las rocas. La pena fue que me quedé con las ganas de hacer esnórquel en la barrera de coral. El día asignado para ello el mar amaneció muy alterado y no fue posible. Y nuestro segundo error fue la organización de los días en cada isla. Como dudaba de mi capacidad para residir mucho en plena naturaleza, soy un urbanita un poco desmelando eso sí, pero urbanita al fin y al cabo. Decidimos poner la estancia en Little en medio de los días que pasaríamos en Big… Ahora que lo sé hubiera quitado días a Big y no sé si se los hubiera puesto a Little o los hubiera empleado para conocer el sur del país tomando como partida la hermosa Granada y el Hotel Con Corazón. En fin, se hizo así, pero lo disfrutamos igualmente. De vuelta a Managua nos reunimos con Fanny y otros amigos Nicaragüenses como Tanía, Rolando y Rosibel. Tuve tiempo de hacer tortilla de patata y una típica ensalada mediterránea y de conocer un poco Mangua, de la que vi poco, aunque creo que no me perdí mucho tampoco. Con mucha pena despedí a Nancy en la estación de autobuses y me fui al aeropuerto con una depresión post-vacacional en ciernes.
Espero que el relato de mi viaje sea inspirador para alguno y le alenté a viajar a Nicaragua o si ya tiene decidido que su destino es este país, ojalá le sirva de ayuda en la concreción del itinerario del viaje, como para mí fue la lectura de otros blogs.
Para terminar el viaje resumido en 40 imágenes: