domingo, 15 de marzo de 2009

La historia interminable


Todos los que me conocen saben que odio las fallas sobre todas las cosas. Soy de esos valencianos –cada vez más-, que orgullosos de serlos, no compartimos los modos las formas y el sentido que ha tomado nuestra fiesta por excelencia.

Ayer sin ir más lejos se daba el pistoletazo de salida a las Fallas del 2009, y ayer de nuevo empezaron mis sufrimientos falleros. Esa noche tenía una cena con los compañeros del equipo de fútbol 7, en el que trato de rememorar mis mejores momentos como futbolista aficionado, sí es que éstos alguna vez existieron. La cena era en bar de tapas al lado de la plaza de la Virgen, ósea, en pleno dentro de la ciudad. Para quién no me conozca indicaré que vivo prácticamente en el límite sur de la ciudad. Como siempre llegaba tarde, si no fuera así estaríamos hablando de otra persona, pero a mi tardanza habitual se iban a sumar otros componentes con los que no contaba, pero que por la experiencia de otros años debería haber previsto. Al final de la carrera, nunca mejor dicho, me vi obligado, ante la falta de taxis y otro transporte público, a caminar durante una hora o más tiempo, deje de mirar el reloj para no torturarme más, y acabe llegando, pero no con el mejor de los ánimos para lo que se suponía iba a ser una noche de fiesta. Por suerte, cambie el chip, me relaje y acabe disfrutando todo lo que pude de lo que fue una gran velada con amigos.

Esto que os he contado ocurrió la víspera del arranque de las fiestas, por lo que la duda de lo qué me depararán los días venideros es grande, aunque creo que este año voy a estar encantado. Y digo encantado porque se plantan los mismos monumentos falleros. Bueno, cambian las temáticas y los ninots, pero desde hace unos 100 años suelen ser siempre lo mismo básicamente. Así que no tendré que preocuparme mucho si me pierdo alguna o casi que todas las fallas importantes. Los falleros seguirán abusando de la licencia de corso que les concede el ayuntamiento para instalar las carpas días antes de la fiesta en plena calle, e ir de esta forma dificultando la movilidad de los que no podemos huir, bien porque trabajamos en esos días de “fiesta” bien porque tenemos que apretarnos el cinturón. Y pobre del que le monten la verbena o el casal justo debajo de su casa, porque ese se puede olvidar de dormir, ya que aunque las fallas son “oficialmente desde el día 15 al 19, muchos casales ya tienen montada su fiesta particular y privada, nunca mejor dicho este concepto, desde el mismo instante en que tienen montado su chiringuito.

Hablaba de fiesta privada y particular porque, paradójicamente, aunque se trata de una fiesta popular, se ha acabado convirtiendo en gran parte en una celebración exclusiva de los que tienen el carné de fallero, o bien se disfrazan de ello, y de los estudiantes que son los que los que de verdad están exentos de obligaciones durante esos días.

Yo, cómo valenciano que me siento, lamento profundamente que año tras año las fallas se estén convirtiendo en una rutina más allá de lo qué, por su concepto de fiesta tradicional implica esta palabra. Bajo mi punto de vista las fallas carecen de innovación artística, en teoría son monumentos artísticos y forman parte de una fiesta de interés artístico internacional. Sin embargo toda renovación, por pequeña que sea y que yo haya podido advertir, es sesgada de inicio. Eso sumado a los excesos de unos y el vandalismo de la masa, que no entiende de nada y bajo el amparo en tanto despropósito, en muchas ocasiones acaba dando rienda suelta a sus excesos.

De las fallas en muchas ocasiones se habla en conceptos económicos. Este año van a dejar unos no sé cuantos millones por los desembolsos y las pernoctaciones de los turistas que visiten la ciudad. Esto es algo muy positivo, pero que, por el camino que vamos, acabaremos lapidando. Porque aunque siempre haya algún incauto que no las conozca y pique, los que ya las han soportado no volverán y en muchos casos no las recomendaran a sus allegados. Es más, los propios valencianos somos los primeros que si podemos nos falta tiempo para salir por patas de aquí.


Parafraseando a M.L.K., y con todos los respetos que aquella histórica alocución me merece, diré que yo tengo el sueño de que un día las fallas sean de verdad populares y no tanto de unos pocos. De que a pesar de la incomodidad que éstas siempre generarán, el hecho de compartirlas entre todos en tolerancia y respeto nos haga olvidarnos de esas incomodidades. De que los monumentos y la fiesta en sí, evolucionen dando alicientes para que año tras año nos acerquemos a conocerlas. De que éstas no sean una carrera sin fondo hacía la falla más grande y económicamente más cara, sino que se establezcan unos topes presupuestarios que hagan que aumente el número de fallas que entran en la sección especial, y la competencia entre unas y otras en igualdad de condiciones, produzca que se agudice el ingenio y la creatividad. De que podamos ver de las fallas paseando junto a ellas, de que no haya que pagar barbaridades para poder disfrutarlas si no es a 15 ó 20 metros detrás de una valla con un espacio de paso de un metro en muchas ocasiones, aprisionados como si de borregos se tratase. El día que todo eso ocurra volveré a disfrutar de nuestras fiestas, me sentiré orgulloso de ellas y de lo que representan. Pero sobre todo porque por fin dejaré de pensar en cómo sobrevivir a esos 4 días de explosiones y fuego.


Tal vez también te interese leer...