San Agustín: “El mundo es un libro, y aquellos que no viajan únicamente tienen la oportunidad de leer una página”
Había empezado a escribir este post haciendo una descripción rutinaria y de lo más
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Lo primero que hice cuando pensé en escribir un post sobre este viaje fue en desempolvar el diario que medio escribí durante el mismo. Recuerdo que acabe de garabatear las últimas palabras en el aeropuerto Charles De Gaulle de Paris y desde que cerré la tapa no lo había vuelto a abrir. En verdad se trata de un montón de aventurillas contadas con excesivo detalle sobre todo al principio y al final, que en los días intermedios se convierte en apenas unas referencias a modo de índice de lo que aconteció. Su lectura no me despertó nuevos recuerdos, puesto que los tengo todavía muy vivos a pesar del año que ha pasado, pero sí que me permitió sentir, oler y casi tocar, porque aunque los recuerdos están ahí muchas veces, muy a nuestro pesar, se acaban volviendo planos e intangibles.
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Y para que no todo sean palabras…
Por último un saludo especial a Nancy, mi amiga y compañera de viaje en Guatemala y la que me alojo y me enseño su peculiar y entrañable paisito (El Salvador). También un recuerdo para Luis, Verónica (La Rafa), Iris, Carlos, Carlos U, Álex, La Rafita (hermana de La Rafa), Ruth, Edwin, Frank, la Abue y Laura. Sin olvidarme de los españoles Montse, Carlos Cano y Andrea. Y por último, otro saludo a los cooperantes japoneses en general, con los que no compartí mucho, pero de los que también me acuerdo (no me atrevo a escribir sus nombres).
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