lunes, 31 de agosto de 2009

Un lugar especial en mi recuerdo (Viaje a Guatemala y El Salvador)


San Agustín: “El mundo es un libro, y aquellos que no viajan únicamente tienen la oportunidad de leer una página”

Había empezado a escribir este post haciendo una descripción rutinaria y de lo más convencional del viaje que hice hace ahora un año a Guatemala y El Salvador, el que tanto significo para mí y el que ha aumentado, más si cabe, las ganas que tengo de conocer más rincones de los países hermanos de Hispanoamérica. El caso es que continuaba escribiendo mientras pensaba en el rollo que estaba contando. Vale que de normal soy algo rollero, pero aparte de eso lo que ocurría es que quería poder transmitir mediante mis palabras las sensaciones que experimente allí, al tiempo que trataba, de alguna manera, de revivirlas mientras las narraba. Vamos, una ardua y casi imposible tarea, que pronto me di cuenta que no estaba logrando ni de cerca. Por lo tanto me decidí a reiniciarlo de nuevo, y ese es relato que estáis leyendo.


Lo primero que hice cuando pensé en escribir un post sobre este viaje fue en desempolvar el diario que medio escribí durante el mismo. Recuerdo que acabe de garabatear las últimas palabras en el aeropuerto Charles De Gaulle de Paris y desde que cerré la tapa no lo había vuelto a abrir. En verdad se trata de un montón de aventurillas contadas con excesivo detalle sobre todo al principio y al final, que en los días intermedios se convierte en apenas unas referencias a modo de índice de lo que aconteció. Su lectura no me despertó nuevos recuerdos, puesto que los tengo todavía muy vivos a pesar del año que ha pasado, pero sí que me permitió sentir, oler y casi tocar, porque aunque los recuerdos están ahí muchas veces, muy a nuestro pesar, se acaban volviendo planos e intangibles.

El viaje estuvo lleno de anécdotas y situaciones de lo más dispares con las que torturé a muchos de mis amigos a mí vuelta. Desde el mini carro (coche) que alquilamos para recorrer Guate, que nos llevo sanos y salvos por el país a pesar de las terribles carreteras y la infernal conducción de los Chapines (como se conoce a los Guatemaltecos), pasando por la monumentalidad de las ruinas de la catedral de Antigua, y acabando en un control de carreteras en El Salvador que casi acaba con nuestros huesos en el calabozo. En fin, son tantas anécdotas que no tendría espacio en este blog para poder compartirlas. Así que me he planteado el reto de describir el viaje en unas contadas palabras y el resultado ha sido éste: avión, más avión, mucha ilusión, imborrable beso, siempre nos quedará Antigua (Santiago de los Caballeros), carretera (por llamarlas de alguna forma), aventura, miedo, grandeza olvidada, qué hago yo aquí, pupusas (qué ricas), españoles en el mundo, ruinas Mayas, fiesta sorpresa, jugos de frutas, el mundo puede ser diferente, jugo de coco recién cortado, me siento bien, más pupusas, paella (mi primera paella chispas), anona (fruta), frijoles, ansiedad “aeropuerteril”, góspel, avión, triste, más avión, muy triste, no lo olvidaré nunca, repetiré.

Y para que no todo sean palabras…




Por último un saludo especial a Nancy, mi amiga y compañera de viaje en Guatemala y la que me alojo y me enseño su peculiar y entrañable paisito (El Salvador). También un recuerdo para Luis, Verónica (La Rafa), Iris, Carlos, Carlos U, Álex, La Rafita (hermana de La Rafa), Ruth, Edwin, Frank, la Abue y Laura. Sin olvidarme de los españoles Montse, Carlos Cano y Andrea. Y por último, otro saludo a los cooperantes japoneses en general, con los que no compartí mucho, pero de los que también me acuerdo (no me atrevo a escribir sus nombres).

martes, 4 de agosto de 2009

Momentos Truman II























Siempre, desde que nuestras vidas se cruzaron, hemos mantenido una relación de amor odio. Yo lo conocía de algunas ocasiones en que realizamos recados juntos cuando era de mi hermano. Por entonces me parecía un trasto, pero quién me iba a decir que acabaría en mis manos. Estoy hablando de mi coche, de mi R11 (Renault 11).

El año pasado cumplió 20 años, entonces estuve tentado de dedicarle un post por su onomástica, pero suerte que no lo hice porque no hubiera podido implementar mi serie de los Momentos Truman con las escenas inverosímiles en las que me he visto involucrado con él.

De un coche de casi 21 años se puede esperar que te dé cantidad de problemas mecánicos, hasta ahí de acuerdo, pero no sé que tiene el cabrón que siempre me deja tirado en los peores y más complicados lugares. Sospecho que se debe a la frustración de la estrella que nunca fue. Su paso fugaz por el cine le dejo marcado, nunca tuvo el reconocimiento y la admiración que recibieron los BMW y Aston Martin. Porque no sé si conoceréis que un R11 aparecía en una impresionante escena –impresionante para la época- de ni más ni menos que una de las pelis de la saga de 007, en concreto en “Panorama para matar”, cuando Roger Moore interpretaba a Bond, James Bond.




Como ya os he dicho el afán protagonista de mi “troncomóvil”, como yo lo llamo cariñosamente, me ha deparado situaciones embarazosas. En concreto recuerdo dos de las lights en las que me dejo tirado en horas punta. Una fue en la calle San Vicente esquina con Plaza España, a la entrada del centro de la ciudad, cuando me dirigía a currar a primera hora de la mañana y el tráfico estaba en pleno apogeo. La segunda fue otro día volviendo a casa al salir del trabajo. En esta ocasión fue en la Plaza Zaragoza, en plena rotonda al final de la Avenida Aragón, con dos cojones tirado en una encrucijada de tres avenidas importantes. Esto podrían parecer avatares normales de cualquier coche viejecillo, pero no es así, os lo aseguro.

La edad en un vehículo te hace llevar precauciones extras de las normales, por eso en un viaje que hice hace algunos años a Toledo, lleve a mi Panzer, como también lo llamaba por la similitud de color con los vehículos del Afrika Korps de Rommel (friki que es uno), al taller a que le dieran un repaso. Con el carro totalmente apunto y resplandeciente puse rumbo a la mancha cual Don Quijote. A mitad de camino empezó a chispear, por lo que active mis limpiaparabrisas y a los pocos minutos uno se bloqueo y atrofio el otro. Yo que había sido previsor empecé a cagarme en todos los muertos del que proyecto el coche. Seguía por la autopista rezando que no descargará en tromba porque no vería ni torta, aunque en esos instantes, gustoso hubiera estrellado el coche. Por suerte, antes de que apretara la tormenta, pude localizar en una vía de servicio un taller de tractores donde con unas vueltas de tuerca me solucionaron el problema y pude seguir viaje sin más contratiempos. Eso sí, con el susto en el cuerpo. Si Sancho hubiera dispuesto de esas llaves Allen probablemente Don Quijote no hubiera encumbrado a Cervantes como lo hizo.

Aquí no terminan mis sobresaltos, todavía quedan los dos mejores y la verdad que no sé por cual continuar porque los dos son jugosos. En fin, creo que lo haré cronológicamente, así os haréis una idea del deterioro mecánico y de confianza que fuimos sufriendo. Volvía de nuevo un día a casa y con el indicador de la gasolina marcando la reserva. La verdad que llevaba un día así, pero no había consumido ni de cerca los 50 km que dicen te deja de autonomía. El caso es que cuando atravesaba un túnel en pleno centro de la ciudad empezó a fallar el motor. El efecto era como esos en la pelis de aviones donde el motor empieza a ronronear y el piloto trata de que se mantenga funcionando lo suficiente para que le dé tiempo a realizar un aterrizaje de emergencia. Era eso mismo pero con el conductor, un servidor, haciendo fuerza para no quedarse en el túnel con el peligro que ello entrañaba. Cuando parecía que estaba todo perdido vi la luz al final del túnel, nunca mejor dicho. La salida del mismo se aproximaba y creía que lo iba a lograr. Empecé a subir la pendiente y entonces, estando casi fuera y llegando a la horizontal de la calle, aquello dice que no va más… Caemos en picado y sin paracaídas. Menudo mogollón me esperaba, como se diría ahora… La había liado parda. Señalice el coche con los triángulos y las luces de emergencia, cogí un taxi cagando leches, pille gasolina, volví y cuando estaba cargándola en el depósito aparecieron dos coches de la policía local. Éramos pocos y parió la burra. En ese momento me acordaba de la canción de Eskorbuto que dice eso de “…mucha policía, poca diversión…”



Los polizontes fueron muy respetuosos, pero se les notaba en la cara que pensaban en qué coño hacía un tipo con una garrafa de gasolina en la mano y el coche parado en plena rampa de salida del túnel. Explique la situación al tiempo que les indicaba que el triángulo que advertía de mi situación, unos metros atrás en el túnel, había sido atropellado unos minutos antes de su llegada. En ese momento empezaron con su jerga policial de códigos, que de verdad en todo el trasiego que llevaba fue lo que me puso nervioso de verdad. Me espetaron a que tratará de arrancarlo. En ese momento giré la llave del contacto y nada… Se me pasaba por la cabeza la escena de Carlos Sainz mientras Luis Moya le decía eso de: “… trata de arrancarlo Carlos, por Dios, trata de arrancarlo”. La cosa había pasado de parda a negra negrísima… Al final como en los finales más insospechados el coche es el que salva a Bond y mi R11 en un último intento a la desesperada arranco. No me lo podía creer, pero lo que menos podía creer es que la policía me dejará marchar sin más. Eso o que no les di tiempo ni a pensar en el marrón que me iban a meter, porque fue arrancar, sacar medio cuerpo para decir lo evidente de que ya funcionaba, meter primera, soltar embrague y ruedas para que os quiero. Tiempo después me dijeron que lo que paso se debía a los sedimentos (la mierda) que había dejado la gasolina en el depósito, que con coches tan viejos no es bueno apurar la reserva porque se obstruye el paso de la gasolina.

La segunda y última aventura ocurrió el día que tenía la entrevista de trabajo más importante para mi futuro reciente. Hacía un par de meses que me había quedado en paro, pero llevaba desde antes de perder el empleo en contacto con una importante empresa para incorporarme a ella como responsable de marketing. El caso es que el día en cuestión tenía una última entrevista con el director de la empresa. Me habían invitado a comer en un restaurante del Parque Tecnológico de Paterna a unos 20 km de la ciudad. Me dirigía hacía allí con antelación porque había coordinado una reunión de un trabajo puntual que llevaba por mi cuenta. Salí de casa tranquilo con los nervios templados y la lección aprendida para dar la mejor impresión posible y que así el puesto, que ya sólo estaba en liza entre yo y otra candidata, fuera finalmente mío. Al poco de dejar la ciudad ya en el autovía empecé a notar algo raro en el coche, por mi cabeza paso un pensamiento fugaz que se traduciría en un: … hoy no, por favor hoy no. Pero sería que sí, hoy sí. Del capo del motor empezó a salir humo y parte se filtraba hacía el interior del vehículo, al tiempo que un líquido se filtraba por la moqueta… Dios por un segundo me vi como un monje budista quemándose a lo bonzo. Si ese día no entre en pánico creo que nunca más lo voy a hacer. Detuve el coche en el arcén de la carretera y salí cagando leches de él pensando que en un segundo estallaría en una nube de humo y que yo saldría despedido por la onda explosiva unos cuantos metros. Pero nada de eso paso, el humo se disipo y cuando me atreví a acercarme al coche allí sólo quedaba el líquido impregnando la moqueta. No sé qué coño era pero al menos de gasolina no se trataba. El tipo de la grúa que me recogió, de los que ya conozco a la mitad del personal que trabaja en la provincia de Valencia, me dijo que si era humo blanco no se trataba de fuego, que sería algo de la calefacción. Efectivamente, así lo corroboró el mecánico al que hago rico, me vino a decir que o me abrigaba dentro del coche ese invierno o se compraba un segundo apartamento en Benidorm a mi costa. Después de todo siempre he preferido el invierno al verano y si éste lo paso sin aire acondicionado quién necesita calefacción, ¿no?

El trabajo no fue mío, aunque tampoco de la otra candidata. La crisis es lo que tiene que modifica los planes de cualquiera. Quizás mi R11 quería evitarme el engorro de una incómoda comida de la cual nada sacaría excepto degustar un impresionante solomillo. No lo sé, lo único que puedo afirmar a día de hoy es que nuestra relación ha llegado a su fin. Un par de desplantes suyos tienen la culpa. Empezó por dejarme sin frenos y después se empeño en bloquearlos, eso y tres visitas seguidas al mecánico más rico de la ciudad me convencieron que era hora de cambiar. Puedo vivir sin aire acondicionado, sin calefacción, pero aunque ahora soy más echado para adelante que nunca, no soy, ni seré un hombre desenfrenado. Espero que nos veamos en el futuro, y que tal vez algunas de sus partes acaben formando la estructura de la moto que en sueños pienso en agenciarme cuando vuelva a ser un hombre de provecho con un empleo estable. No lo sé, en cualquier caso debo darle las gracias por llevarme a todas partes menos al cielo.


Para terminar un par de webs curiosas:

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