jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Afganistán el nuevo Vietnam?


Ayer leía un artículo de opinión de Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE, sobre el conflicto en Afganistán en el que defendía la conveniencia de la retirada de las tropas españolas de aquel conflicto y por ende las del resto de la coalición internacional que hace frente a las fuerzas Talibanes junto a Gran Bretaña y Estados Unidos principalmente.

Me hizo gracia que coincidiéramos en ciertos planteamientos que ya expuse en mi post sobre la conmemoración del 2 de Mayo. Pero aparte de esto debo decir que discrepo totalmente sobre la opción que plantea de retirada de las tropas o la no ampliación del contingente actual.

En occidente tenemos la malsana costumbre de meter la nariz en los conflictos internos de terceros países, sobre todo en los que tenemos intereses políticos, estratégicos, económicos o una conjunción de todos éstos. Para después, cuando la cosa se pone fea, salir por patas. Creo que debo indicar que la guerra de Afganistán no es lo que fue la de Irak, de la que estaba totalmente en contra. Debemos recordar que el conflicto de Afganistán se produjo como consecuencia del ataque a las Torres Gemelas de NY, no con falsas acusaciones de posesión de armas de destrucción masiva. Y también debemos recordar que la solidaridad internacional y los acuerdos de apoyo mutuo de la Alianza Atlántica (OTAN) nos empujaron a respaldar a EEUU en la lucha contra Al Qaeda en Afganistán. Y ahora, cuando aumenta el número de bajas de las tropas internacionales y saltan a la palestra las noticias de daños colaterales en la población civil, nos replantearnos la conveniencia de seguir en dicho conflicto.

Vale que se trata de un país sin democracia real, vale que es muy posible que las elecciones presidenciales hayan sido una farsa, vale que el burka, a pesar de lo que nos habían dicho, se sigue utilizando igual o más que con los Talibanes. Pero si alguien fue tan ingenuo de creerse que íbamos a evangelizar al infiel cual misioneros, o que la metralla de las bombas inteligentes es capaz de discernir entre civiles y Talibanes debería hacérselo mirar.

Con las distancias que hay entre los conflictos de Vietnam y Afganistán, que son enormes, encuentro ciertos puntos clave en común. Empezando por el rechazo social al conflicto, que cada vez se agudiza más, y continuando por la estrategia militar, que como en conflicto del sureste asiático, viene restringida por los condicionantes políticos y de opinión pública en occidente. Cierto es que no podemos estar de por vida en Afganistán, pero tampoco podemos empastarlo todo y marcharnos como si no hubiera pasado nada. No tenemos el valor político necesario para afrontar lo que el conflicto demanda, así que con seguridad trataremos de apuntalar mínimamente al gobierno y al ejército afgano, le prestaremos apoyo aéreo cuando lo requiera y transferiremos el control geopolítico de la zona a Pakistán, país ya de por si preocupado por el crecimiento del fundamentalismo islámico. Esto, ojalá me equivoque, podría acabar generando un par de estados fundamentalistas en una zona de por sí ya inestable. Y uno de ellos (Pakistán), no lo olvidemos, con armas nucleares en su arsenal.

Yo no estoy a favor de las guerras ni nada por el estilo, pero debemos ser conscientes del mundo en el que vivimos y de las sinergias que han creado nuestras decisiones y acciones en el pasado, y de las que ahora no podemos ser indiferentes. Queda muy bonito decir que debemos marcharnos de Afganistán, la guerra en la que nos metió el demonio de George W. Bush, pero a qué precio y con qué consecuencias futuras. Así que tratemos de realizar políticas reales y paguemos el precio que sea necesario para tener un futuro mejor para el mundo. Las políticas de no intervencionismo en según qué conflictos son, a mi modo de ver, pan para hoy hambre para mañana.


Imagen de cabecera extraida de Estudio Sicilia

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